Las ovejas de St Kilda

Por Juan Ignacio Pérez, el 24 noviembre, 2013. Categoría(s): General ✎ 3

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Kirmen Uribe, en su novela «Bilbao-New York-Bilbao«, se refiere al archipiélago de St. Kilda. Cuenta cómo se las arreglaban los isleños para comunicarse por correo con el exterior. Cuando soplaba viento del noroeste, introducían sus mensajes en una pieza de madera con forma de bote atada a un flotador hecho de piel de oveja. Dejaban flotar el bote a la deriva y con un poco de suerte, al cabo de unas semanas, el bote arribaba a un lugar de donde era recogido; podía ser la costa escocesa o, con algo menos de suerte, la noruega. Desde allí, los mensajes se hacían llegar a su destino, normalmente con el propósito de encargar mercaderías que llevaría al archipiélago el barco que cada año transportaba los productos que necesitaban los isleños. Este pasaje da una idea del aislamiento en que vivían.  El archipiélago de St Kilda se encuentra a 64 km de la costa occidental escocesa. Hasta las primeras décadas del siglo pasado estaba habitado, puesto que había un asentamiento humano en la isla de Hirta. Esa isla, aunque pequeña y pobre, es la mayor del archipiélago. Sin embargo, las condiciones de vida eran tan duras que en 1930 sus habitantes decidieron abandonar para siempre la que había sido su tierra durante siglos.

En la isla de Hirta vive ahora una colonia de ovejas de Soay; son ovejas que llegaron tras la marcha de los isleños. Las llevó allí, procedentes de la isla de Soay (del mismo archipiélago), el marqués de Bute. Llevan más de 70 años viviendo en la isla y en la actualidad están asilvestradas. El caso es que a lo largo de los últimos 25 años el tamaño medio de las ovejas de esa colonia no ha dejado de disminuir y aunque hasta hace poco se desconocía la razón de ese empequeñecimiento, ahora parece que se le ha encontrado una explicación.

El fenómeno ha resultado una sorpresa para los biólogos, ya que las ovejas grandes tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse que las pequeñas. Esa es al menos la opinión de los especialistas en la evolución de los ciclos de vida. Sin embargo, el análisis de las condiciones ambientales en el archipiélago, de su variación a lo largo de estos 25 años, y de los resultados obtenidos de la aplicación de modelos matemáticos, ha permitido a los especialistas contar con una explicación para el fenómeno en cuestión.

Parece ser que el clima está cambiando en el archipiélago, y que ese cambio está en la base de la reducción del tamaño medio de la colonia de las ovejas de Hirta. El clima de St Kilda ha mejorado durante los últimos años. Los inviernos son ahora más cortos y las condiciones no son tan duras como solían ser. Antes, cuando los inviernos eran más severos, sólo los corderos más grandes superaban su primer invierno de vida. Ahora, sin embargo, muchos lo superan, lo que ha provocado un descenso en el tamaño medio de los individuos de la población. En definitiva, ha desaparecido la presión selectiva que actuaba contra los individuos pequeños.

Las ovejas de St Kilda muestran un fenómeno muy interesante. Pone de manifiesto la estrecha relación que existe entre las características del ciclo de vida de los ejemplares de una población y las condiciones ambientales a las que se ven expuestos sus integrantes. Las características de los ciclos de vida, -longevidad, edad reproductora, tasa de crecimiento, esfuerzo reproductor, etc.-, son de enorme importancia desde el punto de vista evolutivo. De hecho, el éxito de una especie también depende de un adecuado ajuste de esas magnitudes.

Es de sobra sabido que la resistencia de los individuos frente a las condiciones físicas del entorno, con su correspondiente incidencia en las tasas de supervivencia, es un factor adaptativo clave, como lo es su capacidad para adquirir recursos y convertirlos en biomasa propia. Pero también las características del ciclo de vida están sometidas a presión selectiva y esa presión depende de las condiciones ambientales. Eso es, precisamente, lo que nos enseñan las ovejas de la isla de Hirta. Cuando las condiciones invernales eran duras, muy duras, los corderos necesitaban ser de gran tamaño para poderlas superar; los pequeños no lo lograban; pero al suavizarse las condiciones, el tamaño de los corderos dejó de ser factor de supervivencia. Sobreviven más y, como consecuencia, hay más ovejas y carneros pequeños en la población. Y es muy posible, incluso, que al haber más haya menos pasto para cada uno, con lo que el efecto se magnifica, y la reducción del tamaño medio se haya acentuado por ello.

Referencia: A. Ozgul et. al. (2009): “The dynamics of phenotypic change and the shrinking sheep of St. Kilda”. Science 325, 464–467 (DOI: 10.1126/science.1173668).



3 Comentarios

  1. Muy interesante tu artículo. Sin embargo, yo no lo acabo de ver claro. El tamaño de los corderos, no depende solo de su genética, sino de la leche que produzca la madre. Una oveja pequeña puede dar más leche que una oveja grande, con la probable consecuencia de que sea el cordero pequeño el hijo de la oveja grande. Me convence más, lo de que haya más escasez de pasto.

    1. No lo sé. Desconozco si las ovejas pequeñas dan más leche que las grandes, pero me extrañaría que fuese así. Diría que, en general, en todos los mamíferos lo más lógico sería que la producción de leche dependa de forma positiva del tamaño corporal, porque aunque la producción presenta un máximo teórico para un tamaño óptimo, los mamíferos no suelen sobrepasar ese tamaño óptimo, que yo sepa.

  2. Yo no he dicho que las ovejas pequeñas den más leche que las grandes. Pero sí que en la misma raza de animales hay animales pequeños que dan más leche que otros más grandes. Lo del tamaño de los corderos me parecen muy simplista. Supongo que dependerá también de la edad que tenga el cordero a la llegada del invierno. Supongo que habrá variación en la época de partos.
    La relación con la alimentación está más clara, sólo hay que comparar una vaca Morucha (pasto escaso) o una vaca Asturiana de los Valles o Charolesa (pasto abundante).

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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 24 noviembre, 2013
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