Ven el calor

Por Juan Ignacio Pérez, el 31 julio, 2014. Categoría(s): General ✎ 2
Los orificios faciales se encuentran entren entre los ojos y los orificios nasales, y en posición inferior. En esta foto se ve muy bien el orificio izquierdo (imagen: Mark Mannetti, Wikipedia)
Las fosetas loreales se encuentran  entre los ojos y los orificios nasales, y en posición inferior. En esta foto se ve muy bien la foseta izquierda (imagen: Mark Mannetti, Wikipedia)

Si nos encontramos en una habitación caliente cuando en el exterior hace frío y acercamos el dorso de la mano a la ventana, sentiremos que se enfría. Bien pensado, se trata de algo sorprendente, puesto que el aire que hay entre la mano y la ventana, que es el de la habitación, está caliente. Por eso no se enfría antes la mano; sólo lo hace al acercarla a la ventana. Por lo tanto, la mano no se enfría porque transfiera calor al aire circundante directamente. A esa forma de transferencia directa se denomina conducción o, si hay movimiento exterior de aire, convección. Perder calor de esa forma en una medida significativa sólo hubiera sido posible si el aire hubiera estado bastante más frío que el dorso de la mano. Lo que ocurre es otra cosa: el calor pasa del dorso de la mano a la ventana por radiación.

La radiación es un fenómeno físico que consiste en una transferencia de energía entre dos objetos que no se encuentran en contacto. Cuando hay una diferencia de temperatura entre esos dos objetos, se produce una emisión de radiación electromagnética del cuerpo más caliente al más frío. En este caso del dorso de la mano a la ventana. Es una radiación infrarroja; esto es, una radiación cuya longitud de onda es mayor que la que corresponde al color rojo o, lo que es lo mismo, de menor frecuencia que la de ese color.

Los seres humanos no vemos radiaciones en esa zona del espectro electromagnético. Sí detectamos la transferencia de calor, pero somos incapaces de “ver”, -como vemos la luz-, la radiación que nos envían los objetos que están más calientes que nosotros.

Sin embargo, hay animales que sí “reciben” la radiación infrarroja de un modo similar a como recibimos las ondas cuya frecuencia corresponde a la zona visible del espectro. Son las serpientes de cascabel de los géneros Crotalus y Sistrurus. Parece ser que el calor guía a la serpiente de cascabel cuando ataca a una presa. Sus únicas presas son animales homeotermos, de sangre caliente precisamente, y han de estar vivas. De hecho no suele atrapar animales muertos; sólo lo hace si están más calientes que el entorno, y lo puede hacer hasta con los ojos cerrados.

Esa facultad receptora parece deberse a las denominadas “fosetas loreales”. Esas fosetas son hendiduras que se encuentran a ambos lados de la zona anterior de la cabeza, entre el orificio nasal y el ojo. La razón por la que se atribuye a esas hendiduras ese papel receptor es que los nervios que las conectan con el cerebro sólo presentan actividad eléctrica en respuesta a estímulos térmicos. Ni el sonido, ni otro tipo de vibraciones o estímulos lumínicos provocan respuestas nerviosas; sólo las provocan los objetos más calientes que el entorno que se colocan frente a la serpiente.

Al ser tan especial, existen dudas acerca de la verdera efectividad de ese sistema receptor de información térmica, pero tiene gran interés lo que indica acerca de la capacidad de los animales para adaptarse al entorno. Las serpientes que exhiben esta capacidad son muy comunes en zonas desérticas. En esas zonas hace calor de día, pero baja mucho la temperatura en la noche, por lo que los ratones y otros pequeños mamíferos de hábitos nocturnos, al ser homeotermos, están mucho más calientes que el entorno en el que se encuentran. ¿Puede concebirse acaso mejor dispositivo que ese para cazar bajo esas condiciones?



2 Comentarios

  1. Me parece que tienes que revisar algunas cosas en este artículo.

    Cuando dices que un cuerpo caliente emite radiación hacia un cuerpo más frío, ¿estás seguro de eso? ¿No es que cualquier cuerpo emite radiación hacia todas direcciones, sin importar a dónde llegue?

    Cuando dices que el aire de la habitación está caliente, independientemente de si es cerca a la venta a o no, ¿estás seguro de eso?

    Cuando dices que al acercar la mano a la ventana, sentimos el frío a causa de que la mano empieza a enfriarse debido a que emite radiación, ¿estás seguro de eso? ¿No será que -al contrario de lo que afirmas- el calor de la mano se transfiere al aire?

    Creo que en blogs como este la rigurosidad científica es esencial, y si en un aspecto -por pequeño que sea- no estamos seguros de lo que ocurre, mejor es no mencionarlo.

    1. Vayamos por partes:
      Mi afirmación: «el aire que hay entre la mano y la ventana, que es el de la habitación, está caliente.»
      Comentario: El aire de las habitaciones en las que suelo encontrarme en invierno está caliente, y su temperatura no varía en una distancia de centímetros, no al menos en los centímetros que separan el dorso de la palma.

      Mi afirmación: «Cuando hay una diferencia de temperatura entre esos dos objetos, se produce una emisión de radiación electromagnética del cuerpo más caliente al más frío.»
      Comentario: Es cierto que esa idea podía haberla expresado de forma más precisa o más correcta, pero no creo que sea errónea. No al menos si aceptamos que es interpretable en términos de radiación neta. Esto es, dos cuerpos a diferente temperatura emiten fotones infrarrojos, y el balance de la emisión de ambos puede considerarse una emisión neta que sería la diferencia entre la radiación que llega al objeto frío desde el caliente y la que recibe el caliente desde el frío.

      Tu afirmación: «Cuando dices que el aire de la habitación está caliente, independientemente de si es cerca a la venta a o no, ¿estás seguro de eso?»
      Comentario: no sé dónde he dicho eso; no lo encuentro.

      Tu pregunta: ¿No será que -al contrario de lo que afirmas- el calor de la mano se transfiere al aire?
      Respuesta: No, no se transfiere al aire. Es más, eso lo he comprobado interponiendo una placa entre la mano y la ventana.

      Tu afirmación: «y si en un aspecto -por pequeño que sea- no estamos seguros de lo que ocurre, mejor es no mencionarlo.»
      Comentario: Cada cual sabe de lo que está seguro y de lo que no. Y tú no sabes si estoy o no seguro de algo. Nunca estoy seguro de nada, pero eso es lo de menos. Prefiero no estar seguro de nada que estar seguro de todo. Y eso no me impide mencionar aquello de lo que no estoy seguro. Sólo los imbéciles están seguros de todo lo que afirman.

      Concluyo: Mi criterio y el suyo son muy diferentes. No pienso revisar nada, por supuesto.

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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 31 julio, 2014
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