“Tenía la intención de ver un fósil muy concreto que ya se conservaba desde hacía dos siglos en el museo. La pieza, conocida mundialmente con el nombre de homo diluvii testis [el hombre que fue testigo del diluvio], había sido descubierta en 1725 por el suizo Johan Jakob Scheuchzer.
-Un fósil es la huella de una planta o un animal en una piedra –me escuché decir-. Es parecido a la que deja tu pie en la arena.
Aunque esa definición abría la puerta a nuevas preguntas, por el momento Vera guardaba silencio. Estrictamente hablando, “el hombre del diluvio” no era una huella, sino un esqueleto petrificado. Su descubridor, Johan Jakob Scheuchzer, trabajaba de médico en Zúrich. A la pregunta “¿qué son fósiles?”, habría contestado: “signos de la omnipotencia de Dios”. O en términos más factuales: vestigios del diluvio grabados en la roca. ¿Cómo se explica si no la presencia de conchas, ammonites y artemias salinas en las laderas del Jungfrau o del Matterhorn?
Scheuchzer, hijo de dentista, se crió en las postrimerías del siglo XVII en un entorno protestante en el que el teatro y la danza eran tachados de culto a Satanás. Cursó sus estudios universitarios en la ciudad no tan ortodoxa de Núremberg, donde entró en contacto con las polémicas ideas de Spinoza. El filósofo neerlandés aseveraba que Dios no era un juez de paz que obrase a conciencia, sino una entidad que coincidía con Su Creación. A su juicio, Dios se revelaba únicamente en la naturaleza, Él era la naturaleza, ni más ni menos. Scheuchzer, reacio a tanta modernidad, creía que todo conocimiento de la naturaleza contribuía al conocimiento y a la aceptación del Dios de la Biblia y que esa aceptación había de ser la meta final de la ciencia. Con ese convencimiento partió a Utrecht en 1694 para enseñar medicina, pero pronto regresaría a los Alpes, atormentado por la añoranza.
Fiel a la vocación de naturalista al servicio de Dios, Scheuchzer consagró su vida a tratar de dilucidar sistemáticamente todos y cada uno de los fenómenos físicos mencionados en la Biblia, siendo el más importante la subida de las aguas en época de Noé. En tiempos de Scheuchzer parecía faltar tan sólo un eslabón a la prueba de que el diluvio se había desarrollado según la letra del Génesis: un esqueleto humano petrificado. En ninguna gruta o pared rocosa se había hallado el fósil de una persona muerta por ahogo. La explicación teológica de ese vacío era que Dios ni siquiera había admitido que los pecadores sobrevivieran fosilizados, pero Scheuchzer no se conformó con esa teoría. En su opinión debían existir estratos repletos de seres humanos ahogados y solidificados en el lodo. Emprendió una expedición tras otra hasta que, finalmente, encontró su “homo diluvii testis” en una cantera de pizarra cercana al lago Constanza. Se trataba de una osamenta frágil que Scheuchzer presentó con autoridad (y éxito) como la prueba definitiva del diluvio.
En “Physica sacra”, su “opus magnum”, le dedicó la siguiente descripción: “No cabe la menor duda de que esta pizarra contiene la mitad –o casi la mitad- del esqueleto de un ser humano y que la osamenta y también la carne y las partes aún más blandas se han fundido con esta piedra. En resumen: éste es uno de los vestigios excepcionales de aquella raza maldita que quedó sepultada bajo las aguas”.
[…]
Al fondo de la segunda sala de fósiles, a mano izquierda, me topé con el hombre “que fue testigo del diluvio” de Scheuchzer. La pieza de inventario 8.432 resultó ser una piedra de color verde mar con huesos amarillentos: un cráneo con enormes órbitas vacías sobre una espina dorsal de la que colgaban unos brazos mínimos e indefensos.
Lugar de encuentro: Öhningen.
Adquisición: Objeto comprado, tras arduas negociaciones, por catorce luises de oro al profesor Van Marum en 1802.
Leyenda original de Scheuchzer: Triste osamenta de un viejo pecador, ahogado en el diluvio.
Vera ya se había dirigido a la sala de los instrumentos, pero volvió sobre sus pasos, queriendo saber qué miraba.
-Una salamandra- expliqué y, después de cogerla en brazos, le comenté-: Mira, ¿ves esas dos patitas delanteras? Esas le servían para arrastrarse por el suelo.
Durante casi noventa años, para ser precisos hasta 1811, el vestigio del diluvio estuvo clasificado como «hombre».
Tras la muerte de Scheuchzer afloraron las primeras dudas. ¿No se semejaba el esqueleto al de un siluro o un lagarto gigante? Al final fue el anatomista Georges Cuvier quien desenmascaró públicamente al “hombre del diluvio”. Ese genio francés, un protestante no menos devoto que Scheuchzer, ya había demostrado durante una clase magistral en París que los “elefantes” peludos hallados en el hielo de la tundra siberiana no eran elefantes arrastrados por el diluvio, sino miembros de otra especie extinguida: el mamut. Durante una visita al museo Teylers de Haarlem emuló aquella proeza esculpiendo un poco más el fósil del hombre diluviano. Se había traído el dibujo de un esqueleto de salamandra y vaticinó a los presentes dónde aparecerían las patas delanteras.
Su previsión se cumplió a rajatabla y, desde entonces, las órbitas vacías del fósil reflejaban la obcecación religiosa de eruditos como Johann Jakob Scheuchzer, un hombre de ciencia cuya fé en Dios le llevó a confundir un anfibio con un ser humano”.
He tomado el texto anterior del libro “Ararat” del periodista holandés Frank Westerman (2007). Cuando leí esos párrafos, no pude dejar de pensar que la salamandra en cuestión debía de ser de considerable tamaño. Las salamandras de nuestra era son mucho más pequeñas y parece ser que hay una razón para ello. Pero ya es suficiente por ahora; a esa razón me referiré en la próxima entrada.
Cuvier creía en el diluvio de Noé y siempre fue un acérrimo antievolucionista. Cuvier, pese a ser protestante, tenía en común con la Iglesia católica el fundamentalismo bíblico.
De hecho los católicos son bastante menos literalistas que los protestantes. Por esa razón hay muchos más creacionistas entre los protestantes que entre los católicos.
Precisemos un poco. Según esta encuesta, el creacionismo de los católicos estadounidenses es la mitad que el de los evangélicos blancos ‘pero’ el doble que el de los protestantes de la corriente principal.
http://www.pewforum.org/files/2013/12/evolution2013-2.png
Pues será como dices. Estaba equivocado.
La idea de que el protestantismo es más literalista que el catolicismo está muy extendida (la defiende César Tomé, por ejemplo), pero no es más que un burdo mito. En realidad, las confesiones cristianas con más «cintura interpretativa» siempre han sido protestantes. Un caso muy claro es el del copernicanismo: al principio los protestantes y los católicos eran igual de anticopernicanos; sin embargo, los protestantes aceptaron la falsedad del geocentrismo mucho antes que la Iglesia católica.
¿También es un burdo mito que el núcleo intelectual del creacionismo es protestante en lugar de católico?
Si estás sugiriendo que en EEUU los creacionistas protestantes son intelectualmente más activos que los creacionistas católicos, entonces puede que tengas razón. Quizá esa circunstancia se deba al Concilio Vaticano II (clausurado en 1965), en el cual la Iglesia católica moderó bastante -o al menos aparentó hacerlo- su tradicional integrismo. Desde el Vaticano II, los católicos creacionistas andan bastante descolocados… y ahora con el papa chulo Francisco supongo que estarán que se suben por las paredes.
No sólo eso. Es que en los protestantes la tentación de literalismo es inicialmente mucho más fuerte, puesto que la Biblia es el único fundamento de su fe (sola scriptura), cosa que no ocurre en los católicos.
«en los protestantes la tentación de literalismo es inicialmente mucho más fuerte, puesto que la Biblia es el único fundamento de su fe (sola scriptura), cosa que no ocurre en los católicos.»
No, la tentación de literalismo era similar en ambos grupos. De hecho, quizá incluso fuera un poco más fuerte en el catolicismo, ya que el magisterio eclesiástico católico siempre había sido oficialmente literalista y siguió siéndolo hasta el siglo XX. De ahí, por ejemplo, la obcecación de la Iglesia católica en el caso del copernicanismo.
El principio de ‘sola scriptura’ protegía a los protestantes de prácticas supersticiosas como la compra-venta de indulgencias (para acortar la estancia de las almas en el purgatorio) o la veneración de supuestas reliquias de supuestos santos.
Lo mejor del protestantismo era su énfasis en la lectura individual, sin intermediarios. Eso ayudó al progreso de la ciencia y facilitó la llegada de la democracia liberal.
>> el magisterio eclesiástico católico siempre había sido oficialmente literalista
Con lo que demuestras tu ignorancia de la historia de la teología católica.
“Frecuentemente, los que no son cristianos saben algo sobre la tierra, los cielos y los otros elementos del mundo, sobre el movimiento y la órbita de las estrellas e incluso sus tamaños y posiciones relativas, sobre la predicción de eclipses solares y lunares, los ciclos de los años y las estaciones, sobre los tipos de animales, arbustos, piedras y otros objetos. Dicha persona sostiene que ese conocimiento es cierto gracias a la razón y a la experiencia. Así, es vergonzoso y peligroso el oír a un cristiano, presumiblemente interpretando las sagradas escrituras, diciendo tonterías sobre esos temas. Debemos tomar todas las precauciones necesarias para prevenir una situación tan lamentable, en la cual la gente comprueba la vasta ignorancia de un cristiano y se burla de él. La vergüenza no radica tanto en que un individuo sea ridiculizado sino en que las personas que no comparten nuestra fe piensen que nuestros escritores sagrados mantenían dichas opiniones y, como gran pérdida para aquellos cuya salvación deseamos, los autores de nuestras escrituras sean criticados y rechazados por su ignorancia”.
Agustín de Hipona (354-430 dC), “El significado literal del Génesis”.
Te engañas a ti mismo, Gonzalo. Cualquier persona mínimamente objetiva puede darse cuenta de que en ese pasaje que has citado ‘no hay absolutamente nada’ que indique que el obispo Agustín no creía en el sentido literal de todas las leyendas bíblicas.
De hecho, Agustín era un hombre tan crédulo que en su libro ‘La Ciudad de Dios’ no sólo aceptaba explícitamente la realidad de los milagros bíblicos sino incluso la de los milagros paganos.
>> en ese pasaje que has citado ‘no hay absolutamente nada’ que indique que el obispo Agustín no creía en el sentido literal de todas las leyendas bíblicas
¿De verdad estamos leyendo el mismo texto?
Dicha persona sostiene que ese conocimiento es cierto gracias a la razón y a la experiencia. Así, es vergonzoso y peligroso el oír a un cristiano, presumiblemente interpretando las sagradas escrituras, diciendo tonterías sobre esos temas.
Me parece completamente obvio que Agustín dice que es vergonzoso que un cristiano interprete las sagradas escrituras contra los conocimientos ciertos de la ciencia natural. Es tan lúcido este texto que se adelanta 1200 años a la crisis de Galileo.
Rawandi, ¿no serás tú el que te estás engañando?
«Agustín dice que es vergonzoso que un cristiano interprete las sagradas escrituras contra los conocimientos ciertos de la ciencia natural»
No dice eso para nada. En realidad, el obispo de Hipona simplemente se está quejando de que algunos cristianos se dediquen a atribuir «tonterías» a «las sagradas escrituras». Fíjate, estas son las palabras de Agustín: «es vergonzoso y peligroso el oír a un cristiano, presumiblemente interpretando las sagradas escrituras, diciendo tonterías sobre esos temas.».
«¿no serás tú el que te estás engañando?»
Pues creo que no. El estudioso francés Gastón Boissier, en su libro ‘El fin del paganismo’, explica que los filósofos paganos únicamente hacían una interpretación alegórica de cualquier leyenda de su religión cuando ya no creían en su verdad literal; en cambio, los teólogos católicos, aunque interpretaran a veces alegóricamente las leyendas bíblicas, lo hacían sin dejar jamás de creer simultáneamente en la verdad literal de las mismas.
Según Boissier, Agustín muestra una total carencia de «sentido crítico» en su obra ‘La Ciudad de Dios’, hasta el punto de dar por buenos no sólo los milagros bíblicos sino también los milagros de la mitología pagana.
>> el obispo de Hipona simplemente se está quejando de que algunos cristianos se dediquen a atribuir “tonterías” a “las sagradas escrituras”
Qué manera de retorcer las palabras. Agustín dice: “es vergonzoso y peligroso el oír a un cristiano, presumiblemente interpretando las sagradas escrituras, diciendo tonterías sobre esos temas”, es decir, es vergonzoso oír a un cristiano decir tonterías sobre estos temas cuando interpreta las sagradas escrituras, queriendo apoyarse en ellas. Tú en cambio “traduces”: es vergonzoso oír a un cristiano que interpreta que las escrituras dicen tonterías. El sujeto de “diciendo tonterías”, en la frase de Agustín, son esos cristianos (“oír a un cristiano…diciendo tonterías”), y no las sagradas escrituras como tú pretendes.
>> El estudioso francés Gastón Boissier, en su libro ‘El fin del paganismo’, explica que … los teólogos católicos, aunque interpretaran a veces alegóricamente las leyendas bíblicas, lo hacían sin dejar jamás de creer simultáneamente en la verdad literal de las mismas
Por favor, no recurras al argumento de autoridad. Gaston Boissier fue un prestigioso académico, pero eso no garantiza que tuviese razón en todo. Ni menos aún garantiza que tú hayas entendido lo que él escribió, o lo estés transmitiendo bien.
«Agustín dice [que] es vergonzoso oír a un cristiano decir tonterías sobre estos temas cuando interpreta las sagradas escrituras, queriendo apoyarse en ellas.»
Exacto. Y esa afirmación de Agustín no permite concluir nada sobre si él era o no un fundamentalista bíblico.
«Por favor, no recurras al argumento de autoridad. Gaston Boissier fue un prestigioso académico, pero eso no garantiza que tuviese razón en todo.»
Pero si el prestigioso Boissier, que no era anticristiano, dice lo que dice sobre Agustín y el resto de los antiguos católicos, entenderás que me sienta reforzado.
>> Exacto. Y esa afirmación de Agustín no permite concluir nada sobre si él era o no un fundamentalista bíblico.
Todo el párrafo pone de manifiesto el aprecio de Agustín por «la razón y la experiencia», es decir, la ciencia natural. En cambio, según él, es vergonzoso un cristiano que interpreta las escrituras para decir tonterías sobre los conocimientos ciertos de la ciencia natural.
¿Qué más hace falta? Es obvio que Agustín NO es fundamentalista.
Boissier dice que el libro ‘La Ciudad de Dios’, en el que Agustín expone la cosmovisión cristiana, no resulta convincente para el hombre moderno porque está escrito con una falta total de sentido crítico. Si eso era cierto cuando Boissier escribía, a finales del siglo XIX, aún más cierto resultará en la actualidad.
Agustín era un fundamentalista bíblico, como lo fueron casi todos los clérigos católicos importantes hasta casi el siglo XX.
Por ejemplo, Urbano VIII, el papa que ordenó la condena inquisitorial de Galileo, también era un fundamentalista bíblico.
La verdad es que prefiero creer a las palabras del propio Agustín que a tu interpretación de la interpretación de Boissier.
La Iglesia católica le debe mucho a Agustín. Le debe por ejemplo la más influyente justificación teológica del uso de la tortura para combatir la herejía. Alla por el siglo V, Agustín se fijó en la expresión «obliga a entrar» que aparece en una parábola del evangelio de Lucas y dijo que esa expresión significaba que se debía forzar a los herejes a abrazar la doctrina verdadera. Todas las atrocidades cometidas por la Inquisición derivan de esa siniestra doctrina agustiniana. No es de extrañar que Agustín fuera canonizado.
Por cierto, la Iglesia no canonizaba a nadie que no fuera fundamentalista bíblico. Boissier explica que la inteligencia de Agustín retrasó su conversión al catolicismo, pues le costaba creer sin pruebas. Pero al final prevaleció en él el deseo de creer.
Agustín será un tal o un cual, pero eso no quita ni pone nada al texto que estamos discutiendo. La historia de la Iglesia Católica está plagada de atrocidades, y no las voy a discutir una por una contigo para que reconozcas lo que no son atrocidades, sino en ocasiones todo lo contrario, porque está claro que nunca lo vas a reconocer. Tu juego es echar balones fuera en lugar de centrarte en la cuestión, y no voy a seguirlo.
Yo no creo que el fanatismo religioso de Agustín (concretamente su justificación de la coacción estatal en materia religiosa a partir de unas palabras extraídas de una parábola evangélica) y su carencia total de sentido crítico al narrar la historia de la humanidad en el libro ‘La Ciudad de Dios’ (donde llega a admitir incluso los milagros de la mitología pagana)) sean irrelevantes para saber si era un fundamentalista bíblico o no. En mi humilde opinión, ambos rasgos de «san» Agustín, su fanatismo y su credulidad, son claros indicios de que estamos ante un fundamentalista religioso de la peor catadura concebible.
Sirva como respuesta lo que he escrito en el otro debate paralelo.
(Perdón, el enlace estaba mal.)
Sirva como respuesta lo que he escrito en el otro debate paralelo.
¿Me equivoco o este artículo es igual al del 15/01/2011, «El hombre que fue testigo del diluvio»?
No te equivocas. Cuando estoy muy ocupado recupero anotaciones, las retoco (a veces las reescribo) y las publico. Lo normal es que borre la versión anterior, pero esta vez se me había pasado. De esa forma vuelvo a difundir entradas antiguas y mantengo el blog activo. Gracias por avisarme. 🙂
«Andrias scheuchzeri» es el centro de la trama de la recomendable novela de Karel Capek, «La guerra de las salamandras». Ahora descubro en este blog que Andrias scheuchzeri no era pura ficción.
Inescrutables, los caminos del saber.
Saludos.