No todos podemos consumir leche

Por Juan Ignacio Pérez, el 16 febrero, 2016. Categoría(s): General ✎ 7

La leche es un alimento muy especial. Hay personas a quienes gusta mucho; la toman en grandes cantidades. Otras, sin embargo, no la toleran. No es que no les guste, es que, literalmente, no la toleran: su consumo les hace daño, porque no la digieren bien. En realidad, lo que no pueden digerir es la lactosa, -el azúcar de la leche-, y a esa imposibilidad se denomina intolerancia a la lactosa.

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La lactosa es un disacárido, un azúcar formado por dos hexosas. Para digerir azúcares como esos se requieren disacaridasas, enzimas que ayudan a hidrolizarlos[1]. La enzima que rompe la lactosa se denomina lactasa y como ocurre con otras disacaridasas, se encuentra en la membrana de las células del epitelio intestinal, en el lado que da a la luz del intestino. El que se encuentre en la misma membrana es importante, puesto que los dos monosacáridos que surgen de la hidrólisis de la lactosa, -glucosa y galactosa-, son simultáneamente absorbidos en el curso del proceso digestivo.

¿Y qué es lo que ocurre cuando no se puede digerir la lactosa? Ocurre que no se puede absorber y permanece en la luz del intestino. Por ello, la microflora intestinal la fermenta, formándose gases como consecuencia de esa fermentación, con el consiguiente malestar que provocan esos gases. Pero además, el disacárido es un efector osmótico; esto es, mientras permanece en el interior del intestino actúa como cualquier otro soluto, ejerciendo su correspondiente efecto osmótico. Esto quiere decir que provoca un flujo de agua, a través del epitelio, del medio interno a la luz intestinal. Ese agua se evacua, junto con los restos de la digestión, con las heces, provocando diarrea. Precisamente por esa razón, además de malestar, el no poder digerir la lactosa puede también provocar deshidratación. Y como consecuencia de la imposibilidad de digerir la lactosa, es fácil que aparezca aversión a la leche, perdiéndose de esa forma la posibilidad de aprovechar sus nutrientes y minerales.

La intolerancia a la lactosa puede tener un doble origen. La denominada intolerancia primaria es muy común y ocurre a muchas personas tras el destete. Más adelante me ocuparé de esta forma de intolerancia. La otra, la denominada intolerancia secundaria, tiene su origen en alguna afección intestinal. En algunas ocasiones, una enfermedad intestinal puede provocar una carencia de la enzima lactasa. La enfermedad celíaca, el mal de Crohn, o inflamaciones intestinales suelen estar en el origen de esta forma de intolerancia. Y en algunas ocasiones también pueden estarlo infecciones intestinales víricas o bacterianas. Son muy comunes, por ejemplo, en el caso de niños y niñas, ya que no es difícil que como consecuencia de una infección quede dañada la mucosa intestinal, lo que conlleva la pérdida de buen número de células epiteliales y, en consecuencia, de la lactasa que se encuentra en sus membranas. De ahí viene que bajo esas circunstancias no puedan digerir la leche.

Pero es la primaria, con mucho, la modalidad más extendida de intolerancia, ya que afecta a la mayor parte de seres humanos. De suyo, se trata de una intolerancia común a la mayoría de los mamíferos una vez ha finalizado el periodo de lactancia. Al fin y al cabo, la leche es el alimento de los primeros meses o años de vida de los mamíferos, por lo que no tiene sentido mantener la producción de una enzima -la lactasa- si su concurso no va a ser necesario durante el resto de la vida. Esa es la razón por la que en muchos críos la actividad de la lactasa comienza a descender a partir del segundo año de vida.

Ahora bien, como sabemos, los individuos de algunos pueblos mantienen la capacidad de digerir leche durante toda su vida, pues siguen produciendo lactasa incluso después de haber sido destetados. No es una capacidad universal. Surgió hace al menos 8.000 años en algunos pueblos que consiguieron domesticar ganado, y gracias a ella pueden hacer uso de un alimento tan valioso como la leche y garantizar de esa forma el aporte de calcio y de vitamina D. Ha de tenerse en cuenta que calcio y vitamina D son nutrientes esenciales para el crecimiento y formación saludable de los huesos.

Esa capacidad es de especial importancia cuando se habitan zonas caracterizadas por una baja incidencia de la radiación solar, puesto que gracias a la radiación ultravioleta de la luz solar se produce vitamina D2 (del ergosterol) y D3 (del colesterol). Por esa razón, la posibilidad de digerir la leche ha constituido una adaptación muy valiosa para los pueblos que han colonizado las altas latitudes, puesto que en esas latitudes hay poca luz solar y bajo esas condiciones lumínicas la producción de vitamina D se encuentra muy limitada.

Distribución geográfica de la proporción de personas que pueden digerir lactosa
Distribución geográfica de la proporción de personas que pueden digerir lactosa

La capacidad para digerir y absorber leche durante la vida adulta varía de unas regiones a otras. Los mayores porcentajes de tolerancia a la lactosa se dan en europeos, razón por la que el ganado de leche ha tenido en Europa más importancia que en ninguna otra zona del mundo a lo largo de la historia. No obstante, hay que advertir que hay pueblos de otras zonas del Planeta, -África, por ejemplo-, que también han desarrollado la capacidad para digerir leche en la vida adulta, en conjunción con la práctica de la ganadería de leche.

[1] La hidrólisis consiste en la separación (lisis) de dos moléculas que se hallan enlazadas, utilizando para ello una molécula de agua (hidro), de manera que al deshacerse el enlace, una hexosa se queda con un hidrógeno (H+) y la otra con un grupo hidroxilo (OH)

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Nota: La redacción inicial de esta anotación incluía una serie de datos relativos a porcentajes de personas con intolerancia a la lactosa de diferentes procedencias geográficas. Un lector o lectora del blog me ha planteado una objeción a los datos, dado que considera que no son homogéneos. Puesto que no recuerdo la fuente de los mismos, he optado por retirar esos datos. Si llegase a recuperar la fuente, los volvería a incluir citando su procedencia. La figura, sin embargo, aquí se queda, porque conozco la fuente y es esta.



7 Comentarios

  1. Saludos
    Leyendo este artículo, me resurge una duda que he tenido muchas veces.
    Hay mucha gente que dice que «la leche le sienta mal». Sin embargo, no presentan nunca los síntomas de la intolerancia a la lactosa. A mí mismo me ha pasado que cuando he estado una temporada sin beber leche y he vuelto a probarla me he sentido muy pesado.
    ¿Podría ser que la enzima dejara de producirse cuando deja de consumirse la leche? Y, ¿que volviera a activarse la síntesis de lactasa cuando se detecte lactosa en el sistema digestivo? ¿Está descrita esa «adaptación» fisiológica?

    Enhorabuena por el blog. Lo descubrí hace poco buscando algo de divulgación científica y que se actualizara todavía.

  2. Leyendo en diferentes webs, encuentro que la intolerancia a la lactosa es del 83% en México y del 56% en Chile (intestino.cl y otras). Más curioso es que es del 15% en España (sangre árabe) y del 0% en ls Países Bajos (raza blanca).

    1. Hola a todxs!
      Es posible que después de estar mucho tiempo sin tomar leche, la ingesta de pequeñas cantidades de forma continuada e incrementada paulatinamente produzca un doble efecto: por una parte las células del tracto digestivo «recuerden» fabricar lactasa; pero por otra me parece más sencillo creer que quizás podríamos forzar cambios en la flora intestinal que nos permitan mejorar el proceso digestivo de la leche. A fin de cuentas la flora intestinal debería ser tomada más como simbiontes nutricionales que como parásitos hostiles.
      Gracias por este interesante blog

  3. Estimado Juan Ignacio,
    interesante artículo. Me gustaría simplemente hacer una observación en lo referente a la vitamina D y su importancia en la adaptación en los países con menos horas de sol. Leí el artículo de Nature antes que el suyo y realmente no parece que esta teoría tenga mucho soporte con los datos que se recogen en la investigación, de hecho en el propio mapa que usted cita aparece gran disparidad entre los países del norte de Europa y la meseta central rusa (con similares horas de sol) por ejemplo o incluso con la península arábiga (con gran porcentaje de población tolerante a la lactosa incluso cuando se superan las 10 horas de sol en invierno ). El propio artículo menciona: «Others think that milk may have helped, particularly in the north, because of its relatively high concentration of vitamin D, a nutrient that can help to ward off diseases such as rickets. Humans synthesize vitamin D naturally only when exposed to the sun, which makes it difficult for northerners to make enough during winter months. But lactase persistence also took root in sunny Spain, casting vitamin D’s role into doubt.»
    Gracias por el artículo, saludos cordiales.

    1. Estimado Juan Carlos:
      Creo entender la duda, pero hay que tener una mirada más global.
      Hasta donde puedo entender deberíamos hacer una interpretación evolutiva del rasgo «digestión de la lactosa». La teoría expone una «presión de selección» que está dada por las horas de sol de esas regiones, que favoreció que la mutación genética que da la característica beneficiosa se fije en la población y prospere con las sucesivas generaciones. Con esa visión la característica no debería aparecer en forma homogénea en todas la poblaciones en todas las regiones, sino a partir de focos de dispersión. Para que el rasgo sea homogéneo en las poblaciones de regiones similares, deberían pasar millones de años de selección y evolución. Pero la ganadería no debe tener más de 10.000 años como mucho.
      Esta es mi humilde interpretación, no sé si habré contribuido en algo.
      Saludos

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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 16 febrero, 2016
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