La estufita interior

Por Juan Ignacio Pérez, el 21 abril, 2016. Categoría(s): General ✎ 3
Adipocitos de grasa parda
Adipocitos de grasa parda

Los bebés tienen una estufita interna. Disponen de un sistema que les proporciona calor. No es una estufa muy potente, pero en su modestia, cumple una función muy importante. Gracias a ella comepensan en parte la dificultad que tienen para calentarse como lo hacemos los adultos y la gran propensión a perder calor por ser tan pequeños. Esa estufita es la “grasa parda”.

La razón por la que los animales homeotermos somos capaces de mantener constante nuestra temperatura corporal es que nuestro metabolismo produce una gran cantidad de calor. Haciendo variar esa producción de calor y, en la medida de lo posible, controlando y modulando la cantidad de calor que disipamos, ajustamos las ganancias y las pérdidas de manera que la temperatura no experimente apenas variaciones. Lo que es imprescindible es que exista una fuente de calor interna; sin ella la regulación térmica no sería posible. Normalmente, es el conjunto de la actividad metabólica la responsable de esa producción de calor, pero algunos homeotermos disponen de grasa parda, un tejido especial cuyo cometido específico consiste, precisamente, en producir calor.

La grasa parda y la grasa blanca son los dos tipos de tejido graso con que cuentan los mamíferos. Son muy diferentes. La blanca puede desempeñar diferentes funciones, dependiendo de su composición y su localización, pero tratándose de un compuesto con un alto contenido energético, su cometido principal es el de actuar como reserva energética. La parda, por el contrario, tiene una única función, la de producir calor. En las células que la forman hay lípidos, por supuesto, pero junto a los lípidos hay mitocondrias, muchas mitocondrias, y hay además una alta densidad de capilares sanguíneos. Que en los adipocitos (células llenas de lípidos) que conforman la grasa parda haya muchas mitocondrias y abundantes vasos sanguíneos quiere decir que se trata de un tejido metabólicamente muy activo. Lo curioso es que esa alta actividad metabólica no se traduce en la realización de ningún trabajo, ni biológico ni mecánico, ni de ningún otro tipo. Desde ese punto de vista, se trata de un tejido “inútil”. Pero produce calor.

Como es bien sabido, el objeto y la consecuencia principal del catabolismo de sustratos energéticos es producir adenosina trifosfato (ATP). Como sus enlaces fosfato contienen mucha energía química, pueden desempeñarse un buen número de actividades (absorción de nutrientes, transporte de iones, síntesis de proteínas, contracción del músculo, y otras) haciendo uso de dicha energía. Sin embargo, en la grasa parda no se produce ATP como consecuencia del catabolismo de los lípidos que contiene; en las células de este tejido el catabolismo de los sustratos y la vía de producción de ATP se hallan desacopladas. Eso ocurre debido a la acción de una proteína desacopladora (UCP), también denominada termogenina.

La termogenina desacopla el movimiento de protones a favor de gradiente de la síntesis de ATP; de esa forma, la energía liberada en el proceso no se almacena en forma de enlaces químicos (los de la molécula de adenosina trifosfato), sino que se disipa en forma de calor.
La termogenina desacopla el movimiento de protones a favor de gradiente de la síntesis de ATP; de esa forma, la energía liberada en el proceso no se almacena en forma de enlaces químicos (los de la molécula de adenosina trifosfato), sino que se disipa en forma de calor.

La grasa parda cumple una función esencial en los mamíferos que hibernan. Y en los mamíferos recién nacidos también cumple un papel de gran importancia. De hecho, el calor producido por el catabolismo lipídico es imprescindible para compensar las pérdidas de calor que sufren y mantener así el balance térmico estable. En los bebés recién nacidos la grasa parda puede representar un 5% de la masa corporal. Al ser de tamaño tan pequeño tienen una superficie corporal muy grande con relación a su volumen (o masa), por lo que, comparativamente, pierden mucho más calor que los individuos grandes; además, tienen una cabeza de gran tamaño (también en relación con su masa) y como es sabido, la cabeza es la parte del cuerpo por donde más calor se pierde. Por si todo esto no fuera suficiente, debido al limitado desarrollo del tejido muscular, no son capaces de tiritar ni de realizar ningún otro tipo de contracción muscular efectiva. Así pues, los bebes tienen muy buenas razones para disponer de un tejido específico que produzca calor.

Luego, al crecer, adquieren la capacidad de tiritar y de contraer la musculatura general con eficiencia, y junto con eso, van perdiendo la grasa parda. O al menos, eso es lo que se pensaba antes. Porque resulta que hace unos años se descubrió que algunas personas adultas no han perdido toda su grasa parda. Se desconoce la razón por la que unos la han perdido y otros no, pero los investigadores que se han ocupado de esta cuestión han hecho una interesante observación: quienes no la han perdido están más delgados que los demás. Lo más probable es que gracias al metabolismo que alimentan esos lípidos, una parte de la energía absorbida se disipe en forma de calor, razón por la que no se deposita en los tejidos.



3 Comentarios

  1. Muy interesante, como siempre. Sólo una puntualización: «la cabeza es la parte del cuerpo por donde más calor se pierde». Tengo entendido que no es así, que es sólo un mito. Lamento no poder dar más explicaciones, mi cerebro no da para más, pero sé que lo he leído en una web fiable, probablemente también de Naukas.

  2. Hola Miguel
    Yo, sin embargo, creo que sí es la cabeza. De entrada se me ocurren dos zonas por las que se puede perder mucho calor, una es la cabeza y la otra el abdomen. El resto es musculatura y por lo tanto, la circulación periférica se puede reducir y aumentar el aislamiento mucho de esa forma.
    Y entre el abdomen y la cabeza, lo cierto es que el abdomen puede tener un cierto (o mucho) aislamiento en forma de tejido adiposo y porque la sangre que irriga las vísceras no tiene por qué circular por la superficie, sino por el interior.
    La cabeza no tiene mucha grasa en su zona externa, por lo que, a pesar del cráneo y del cabello (los bebés no tienen mucho) puede haber una pérdida importante de calor, ya que si hay un órgano que requiere irrigación permanente en el cuerpo, ese órgano es el encéfalo, precisamente.
    Eso creo.
    Salud.

  3. Yo también quería comentar lo de la pérdida de calor por la cabeza. Al primero que se lo oí fue a Cesar Pérez de Tudela, quien decía que la mitad del calor del cuerpo se pierde por la cabeza. Años más tarde empecé a pensar que podría ser un error, que la cabeza y las manos son las únicas partes del cuerpo que permanecen al aire en casi todo momento y que la mayor pérdida de calor sería por la respiración, que también se sitúa ahí; la nariz, quiero decir. Sin embargo he vuelto a leer comentarios de gente fiable que repite el dato, así que será verdad. Se me ocurre que, además del encéfalo, la cabeza tiene en su superficie a los ojos, que no creo que admitan variaciones de temperatura como la que se permiten la nariz o las orejas.

    Respecto a la grasa parda, tenía entendido que todas las personas adultas la tenemos en mayor o menor grado, que es una variable como la altura y que estaba condicionada por el medio entorno. Pensaba que las gentes adaptadas a los grandes fríos la tendrían en mayor medida, pero la información que das rebate esta idea. Esquimales y otras poblaciones polares tienden a ser rechonchos y no delgados.

    Es apasionante la información que das, cómo puede bloquearse una reacción metabólica para producir directamente calor.

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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 21 abril, 2016
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