La nariz que parece una mano y hace la tarea de los ojos

Por Juan Ignacio Pérez, el 5 marzo, 2019. Categoría(s): General ✎ 1

El zoólogo K. C. Catania publicó en 1999 un artículo en la revista Journal of Comparative Physiology en el que presentó los resultados de sus investigaciones sobre el topo de nariz estrellada. Lo tituló “La nariz que parece una mano y actúa como un ojo”. Razones tuvo para ello.

Condylura cristata (Imagen: Wikipedia)

Condylura cristata -ese es su nombre científico- es un extraño animal. Sus extremidades anteriores tienen un aspecto inusual, así como su nariz, que es rosa y tiene forma de estrella. Es miembro de la familia Talpidae, a la que pertenecen todos los topos. Es la única especie del género Condylura. Tiene 20 cm de longitud y una masa de 55 g. Vive en huras que él mismo excava en las zonas húmedas del noreste de los Estados Unidos.

La característica más genuína de Condylura cristata es, por supuesto, su nariz. Está provista de 22 tentáculos móviles de color rosáceo, y esos tentáculos están plagados de unas estructuras sensoriales denominadas órganos de Eimer, cada uno de los cuales contiene tres tipos diferentes de receptores. Los órganos de Eimer se encuentran también en otros topos y, de hecho, fueron descritos por primera vez en 1871 en el topo europeo por su descubridor, el alemán Theodor Eimer. En el topo de nariz estrellada los órganos de Eimer se encuentran en altísimas densidades: en la superficie de la estrella, que no alcanza el centímetro cuadrado, hay del orden de 25.000 órganos de Eimer y ligados a ellos, más de 100.000 fibras nerviosas. Ese extraordinario grado de inervación hace que la nariz sea ultrasensible.

Gracias a esa nariz tan portentosa el topo es muy hábil cazando presas pequeñas, y ello a pesar de ser un animal ciego. Su destreza cazando le resulta imprescindible ya que, debido a su pequeño tamaño, tiene una tasa metabólica muy alta y por ello, grandes necesidades de alimento, como ocurre con el resto de los topos. Además, esas necesidades son mayores en invierno, para poder hacer frente a las demandas que impone el mantenimiento de la temperatura corporal bajo condiciones ambientales muy frías. Se ha calculado que consumen diariamente una cantidad de alimento que equivale a su propia masa corporal. Para ello, además de las lombrices del suelo, han de recurrir a los pequeños invertebrados y larvas de insectos que se encuentran en los lodazales propios de las zona húmedas en las que viven.

En esa tarea de búsqueda de presas, la nariz estrellada cumple una función esencial. Contra lo que sugiere su nombre, la nariz no es un órgano olfatorio, ni tampoco una mano o pie auxiliar, sino el órgano táctil más asombroso que se conoce. Cuando se encuentra en plena faena, los movimientos de los tentáculos son tan rápidos que no se distinguen con claridad. Del mismo modo que nosotros exploramos el entorno con nuestros ojos, el topo mueve su estrella de forma constante para detectar todo lo que hay en su proximidad inmediata. Toca y examina doce puntos del espacio por segundo, y valora lo que detecta; la decisión definitiva con respecto a si merece ser ingerido o no, la realiza tras utilizar los tentáculos pequeños que se hallan más próximos a la boca. Probablemente no hay un animal más rápido ingiriendo las presas que atrapa, ya que puede tragar una presa viva cada 120 milisegundos. El encéfalo del topo de nariz estrellada no necesita más de 8 milisegundos para decidir si algo es comestible o no. Ese tiempo está en el límite que determina la velocidad máxima de conducción del impulso nervioso o, dicho de otra forma: es imposible hacerlo más rápido!

Nota: Esta anotación es la versión en castellano del artículo Eskua dirudien eta begiaren lana egiten duen sudurra, publicado en Uhandreak por mi compañera Miren Bego Urrutia.

Fuente: Catania, K. J Comp Physiol A (1999) 185: 367. https://doi.org/10.1007/s003590050396 

 



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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 5 marzo, 2019
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