Los animales endotermos estamos calientes gracias al calor que nosotros mismos producimos merced a una elevada actividad metabólica. La principal fuente de calor en los animales ectotermos, sin embargo, es el exterior. Quiere esto decir que si fuera hace frío, ellos están fríos y si hace calor, calientes. La mayoría de los animales homeotermos[1] son endotermos, y viceversa; pero hay alguna excepción. Además, algunos animales se encuentran en la frontera entre una categoría y la otra. Las excepciones son muy instructivas; también los casos que están en la frontera. Veamos algunos de ellos.
La tortuga Dermochelys coriacea conserva parte del calor que genera su actividad natatoria, y gracias a ese calor es capaz de mantener una temperatura corporal 10ºC superior a la temperatura del entorno. Eso le permite penetrar en aguas frías en busca de alimento, algo que está vedado a otras especies de tortugas.
El pez espada, cuando caza, mantiene el cerebro y los ojos más calientes que el resto del cuerpo, y los tiburones y, sobre todo, los atunes[2], mantienen su temperatura corporal por encima de la ambiental cuando realizan grandes desplazamientos.
La cigarra apache, al igual que hacen otros insectos, producen una especie de sudor, de forma que su evaporación les permite mantener una temperatura corporal inferior a la temperatura ambiente. Y al contrario, hay insectos, como los esfíngidos (familia Sphingidae) que son capaces de generar calor cuando les resulta necesario.
Hay serpientes, como la pitón de la India, que producen calor mediante movimientos musculares similares a la tiritación cuando se encuentran incubando los huevos. Llegan a elevar la temperatura corporal hasta ocho grados de esa forma.
El topo lampiño mantiene su cuerpo a la temperatura de 30ºC, que es la de las cavidades en las que vive. Es el único mamífero que es ectotermo; esto es, su homeotermia no está basada en una fuente interna de calor, como ocurre con el resto de mamíferos, sino en la constancia térmica del entorno en el que vive.
Los murciélagos reducen su temperatura corporal durante el sueño y algunas aves pueden llegar a igualar su temperatura corporal con la del ambiente. Eso sí, si el descenso es excesivo, lo contrarrestan “encendiendo” de nuevo el “calentador”, esto es, activando el metabolismo.
Los mamíferos monotremas (platipusas y equidnas) tienen una temperatura corporal de 32ºC, muy inferior a la normal de los placentarios (37ºC) y la mayor parte de los marsupiales la mantienen a 35ºC.
Los damanes -mamíferos placentarios del orden Hyracoidea- tienen dificultades para mantener constante la temperatura corporal. Por esa razón recurren en ocasiones a comportamientos típicos de los reptiles: se ponen al sol, como las lagartijas, para calentarse.
Así pues, en lo que se refiere a la temperatura corporal las cosas no son siempre blancas o negras. También pueden ser grises o, incluso, puede ocurrir que ahora son blancas y más tarde son negras, y viceversa. A eso es a lo que llamamos heterotermia.
[1] Son animales homeotermos los que, regulandola de forma activa, mantienen constante su temperatura corporal. Se denominan, vulgarmente, animales de sangre caliente.
[2] Al mecanismo que utilizan los atunes para conseguirlo ya me referí en esta entrada.