Pequeños pero taimados

Por Juan Ignacio Pérez, el 20 mayo, 2012. Categoría(s): General ✎ 1

Esta historia es, casi, una fábula moral, y está protagonizada por unos escarabajos del género Onthophagus. Los integrantes de ese género, que cuenta con más de dos mil especies distribuidas por todo el mundo, se alimentan de estiercol. Son conocidos como escarabajos rinocerontes o también como escarabajos peloteros (o boleros), aun cuando bajo esta denominación se conocen también escarabajos de otros géneros. El nombre inglés, dung beetle (escarabajo de la boñiga) es, quizás, más fiel a su naturaleza que ningún otro.

En estas especies hay dimorfismo sexual. Los machos suelen tener un cuerno, -cuya ubicación anatómica difiere entre especies-, que cumple funciones de defensa y ataque. Las hembras, por el contrario, no suelen tener cuerno. El desarrollo de los machos puede seguir dos trayectorias distintas en función de lo que ocurre en una etapa crítica de su ciclo de vida, cuando la larva se transforma en adulto. En ese momento la ausencia o presencia del cromosoma sexual determina, en primer lugar, cuál será el sexo del individuo y después, si es macho, de alguna forma cuyos mecanismos no se conocen pero que con toda seguridad tienen una importante componente hormonal, el organismo hace una valoración de los recursos energéticos y estructurales de los que dispone. Si la cantidad de esos recursos supera un determinado umbral, el macho será de gran tamaño y, si es el caso dependiendo de la especie, portará un cuerno. Si no se supera ese umbral, entonces el macho será pequeño y carecerá de cuerno.

La principal tarea de las hembras consiste en criar a su progenie, alimentando a las crías con estiercol que se ha ocupado de introducir en galerías subterráneas que previamente ha horadado. Los machos, por su parte, guardan la entrada de los túneles para evitar así el acceso de otros machos a su interior. Sin embargo, como hemos visto, además de estos machos hay otros, más pequeños y desprovistos de cuerno. Los machos pequeños son más débiles, eso está claro, pero son, si vale el término para calificar a un insecto, taimados, porque se dedican a excavar galerías subterráneas, paralelas a aquellas en las que se encuentran las hembras para tener acceso a ellas y fecundarlas. Efectivamente carecen de cuerno, pero lo cierto es que el cuerno sería un serio impedimento para desarrollar esa estrategia furtiva.

Estas conclusiones se han obtenido a partir de una serie muy bien diseñada de experimentos en los que las variables relevantes se modificaron de forma controlada. Gracias a ellos se han puesto de relieve aspectos de sumo interés acerca de los mecanismos evolutivos y biología del desarrollo animal. Pero además, podría incluso extraerse alguna edificante moraleja sobre las trampas que en ocasiones tiende el tamaño o, incluso, el mismo bienestar.



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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 20 mayo, 2012
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