Las hormigas del fuego

Por Juan Ignacio Pérez, el 17 febrero, 2014. Categoría(s): General ✎ 2
Solenopis germinata
Solenopis germinata

Fray Bartolomé de las Casas, en su Historia de las Indias (libro III, capítulo 138) da cuenta de un desdichado episodio que aconteció en Santo Domingo, isla de la Española (actual República Dominicana), entre los años 1518 y 1519. Fray Bartolomé cuenta que las plantaciones de naranjas, granadas y cañafístula que habían llevado allí los españoles fueron destruidas “desde la raíz”. Cientos de hectáreas fueron arrasadas, como si se hubiesen quemado, “como si del cielo hubiesen caído llamas a quemarlas” en palabras del dominico español.

A la vez que las huertas eran arrasadas, una infinidad de hormigas, cuya picadura causaba “mayor dolor que si avispas al hombre mordieran y lastimaran” invadió las casas, y ennegreció la azotea “como si la hubieran rociado con polvo de carbón”. Había tantas que los colonos españoles se vieron obligados a meter las patas de las camas en recipientes de agua, para evitar que las hormigas pudieran trepar por las patas hasta el lecho[1].

Fue tal la magnitud de la invasión que la mayoría de los españoles huyeron, abandonando sus casas. Los pocos que quedaron, en vez de resignarse, eligieron un santo –San Saturnino, un mártir del siglo III- por sorteo, para que intercediera en su nombre ante Dios. Como parte de la ceremonia hicieron una procesión y celebraron un banquete en su honor y, a decir de Fray Bartolomé, la respuesta fue muy buena: “vidose por experiencia irse disminuyendo desde aquel día o tiempo aquella plaga”. Una plaga similar ocurrió en 1534 en la isla de San Juan y en la de Jamaica, donde obligó a la población a abandonar  del poblado de Sevilla Nueva.

Casi cinco siglos después, Edward O. Wilson, el gran entomólogo estadounidense, ha creído haber desentrañado la causa de aquellas y otras plagas similares. En primer lugar, a partir de la descripción que hizo Fray Bartolomé de las hormigas y del daño que causan a la gente, llegó a la conclusión de que la protagonista principal del incidente fue la hormiga Solenopsis geminata, antes llamada, junto con muchas otras especies de hormigas más, Formica omnivora. Las del género Solenopsis reciben el nombre común de hormigas coloradas o hormigas del fuego; este segundo nombre hace referencia a la impresión que causa su picadura, como si se aproximase a la piel una cerilla ardiendo.

Banano
Banano

Aunque los españoles culpaban a las hormigas de la devastación provocada en los cultivos, los causantes de esa devastación, en opinión de Wilson, eran otros insectos, unas de esas cochinillas (superfamilia Coccoidea) que chupan la savia de las plantas.  Según el entomólogo norteamericano, cuando los españoles llevaron en 1516 los plátanos africanos al Caribe, también importaron las cochinillas que chupan los jugos de las raíces y los tallos de las plantas. En África hay alrededor de doce insectos de ese tipo que atacan a los bananos y que pudieron acompañar a los colonizadores españoles. Además, como en las islas del Caribe no tenían depredadores, pudieron progresar con gran rapidez, dando lugar a una verdadera explosión en algunos casos. Se da la circunstancia de que las hormigas de fuego consumen las heces de las cochinillas debido a su alta concentración en azúcares y aminoácidos, y atacan a quienes se acercan a aquéllas. Muy probablemente, la proliferación de cochinillas generó condiciones óptimas para que se produjera una plaga de hormigas del fuego, y la plaga es la que provocó la huida de los colonos de la ciudad de Santo Domingo.

Por cierto, el final de la plaga habría ocurrido del mismo modo en que terminan todas las plagas, esto es, porque las condiciones que la propiciaron dejaron de darse, seguramente por haberse agotado los recursos que la hicieron posible. No necesitamos la hipótesis de Fray Bartolomé para explicarla.

Fuente: Edward O. Wilson (2006): “Ant plagues: A centuries-old mistery solved” in Nature revealed: Selected writtings, 1949-2006, Baltimore, Johns Hopkins University Press, pp.: 343-350.


[1] Me recuerda este truco a la ceniza que colocaba mi abuela alrededor de las patas de la alhacena para evitar que las hormigas de su casa alcanzasen las viandas allí guardadas.



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Por Juan Ignacio Pérez, publicado el 17 febrero, 2014
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