Ya hemos visto aquí que la mayoría de las ranas y de los anfibios en general, tienen la piel muy permeable. Ello hace posible la respiración a través de la piel, pero también tiene un precio, porque la elevada permeabilidad cutánea es también responsable de la gran pérdida de agua que pueden llegar a experimentar cuando se encuentran en zonas secas. La permeabilidad de un epitelio normalmente es inespecífica; cuando es muy permeable a una sustancia, agua por ejemplo, también lo es a otras, como los gases. Por eso, si se impermeabiliza un epitelio, se impermeabiliza en una medida similar para unas y otras sustancias; en el caso de la piel de las ranas, si se impermeabiliza para con el agua, también se impermeabiliza para con los gases, por lo que no podrían respirar a través de la piel.
En el medio terrestre, el riesgo de deshidratación es grande y, de hecho, es normal que los anfibios sufran importantes pérdidas de agua. Para que nos hagamos una idea de la magnitud del problema que afrontan, baste decir que una rana pierde por evaporación un volumen de agua que es entre 40 y 50 veces mayor que el que pierde una lagartija de su misma masa, si se expone a ambas a las mismas condiciones atmosféricas de humedad y temperatura. Por ello, no debe sorprendernos que la mayoría de los anfibios toleren muy bien la deshidratación; el hecho es que pueden perder mucha más agua que cualesquiera otros vertebrados sin sufrir daño alguno por ello.
Esa gran tolerancia para con la deshidratación es debida, al menos en parte, a que los anfibios suelen tener lo que podrían considerarse depósitos internos de agua. El plasma sanguíneo, sin ir más lejos, es uno de esos depósitos. Habrá quien piense que en eso los anfibios no se distinguen de cualquier otro animal y que, por tanto, no representa ninguna característica diferencial del grupo. No es así; los anfibios son realmente diferentes. De hecho, cuando se encuentran bien hidratados, la concentración osmótica del plasma de anfibios es muy baja, la más baja de todos los vertebrados. Lo que indica ese hecho es que el plasma contiene más agua que la que tendría cualquier otro vertebrado[1] y que, cuando se evapora el agua que hay en exceso, la concentración osmótica del plasma no alcanzaría valores demasiado altos. No es, pues, exagerado decir que los anfibios utilizan el plasma como depósito hídrico.
Pero las cosas no acaban ahí. Además del plasma, pueden hacer uso de otros depósitos. Uno de ellos es la vejiga urinaria, puesto que la propia orina puede constituir una fuente de agua. Lo cierto es que cuando la pérdida de agua no puede ser compensada bebiendo o incorporándola a través de la piel, pueden llegar a reabsorberla de la vejiga. En caso de gran necesidad, pueden llegar a recuperar hasta la mitad del agua de la orina. Por otro lado, la importancia de esa “función” de la vejiga queda claramente de manifiesto si comparamos anfibios de vida acuática con anfibios de vida terrestre. La capacidad de la vejiga de los anfibios acuáticos puede ser hasta 50 veces más pequeña que la de los anfibios terrestres.
Y por último, también la cavidad peritoneal (cavidad que alberga la masa visceral), puede ser utilizada por algunos anfibios para almacenar agua. Hasta tal punto puede ser importante ese depósito, que la rana australiana Cyclorana platycephala adquiere una forma esférica cuando lo llena de agua. Y esto no es broma: ¡los nativos australianos utilizaban esta rana para beber!
Hay que decir que Cyclorana platycephala es una rana muy especial. Siendo, como es, un anfibio, ha desarrollado unas adaptaciones impresionantes para hacer frente a la desecación. Porque en la estación seca, cuando se encuentra en situación crítica, recurre a una estrategia extraordinaria para afrontar la escasez de agua. Una vez ha consumido sus reservas de agua de la vejiga y del peritoneo, se entierra, cambia de piel y la cubre completamente de moco. La capa que la cubre se endurece y se impermeabiliza, y puede permanecer durante meses en su interior, hasta que llegue la lluvia. Lo que ocurre es que los nativos australianos lo saben y cuando se desplazan por zonas áridas las buscan para beber el agua que contienen. Porque, efectivamente, las ranas, y esas ranas aún en mayor medida, son verdaderos aljibes animales.
[1] Mientras la concentración osmótica de la sangre de la mayoría de los peces de agua dulce es superior a 300 miliosmolar, la de los anfibios que están bien hidratados se encuentra próxima a 200 miliosmolar. Esto es, podría afirmarse que tienen un 50% más de agua que los peces de río. Por otra parte, los anfibios pueden tolerar concentraciones plasmáticas de hasta 450 miliosmolar sin que ello tenga efectos letales; esto quiere decir que pueden tolerar la pérdida de la mitad de su agua plasmática sin que ello les ocasione la muerte. ¡No está nada mal!