Los ratones marsupiales no son verdaderos ratones. Tienen un aspecto entre ratón y musaraña, pero no tienen nada que ver ni con unos ni con otros, porque son mamíferos marsupiales. Son miembros del orden Dasyuriomorphia, igual que el renombrado demonio de Tasmania, aunque éste es más grande, bastante más grande en realidad. Los ratones marsupiales son muy pequeños; son, quizás, los marsupiales más pequeños. Y todos pertenecen al género Planigale, del que no se conocen más de cinco especies.
Una de ellas es Planigale gilesi, o planigalo de Giles. Como las otras especies del género, es de tamaño muy pequeño, de entre 6 y 15 g de masa corporal (¡ojo al dato!). Suelen encontrarse en el interior de las grietas largas (>1 m) y estrechas que surgen en los suelos arcillosos característicos de las llanuras de aluvión de los desiertos del centro de Australia. Salvo que haya inundación, se trata de lugares muy secos, pues pueden pasar meses sin que llueva. La mayor parte del tiempo la pasan dentro de las grietas, y salen de noche en busca de alimento. Son carnívoros, muy activos cuando cazan, y muy voraces.
Las especies del género Planigale despertaron el interés de los biólogos, porque pensaron que para poder vivir en esos desiertos habían de tener alguna característica especial. Pero al investigar su biología se llevaron una sorpresa con lo que encontraron o, mejor dicho, con lo que no encontraron, pues no hallaron ningún rasgo fisiológico que pudiera considerarse excepcional. La clave de su supervivencia en entornos tan secos se encuentra, al parecer, en el “letargo diario”. Se le da ese nombre a un estado caracterizado por una caída de la temperatura corporal por debajo de los 32 ºC de duración inferior a las 24 h.
Dados su minúsculo tamaño y el hecho de que puedan desarrollar una actividad muy intensa, sus requerimientos energéticos son muy altos. Además, en las zonas que habitan hay muy poca fauna, por lo que no disponen de muchas presas a las que dar caza para comer. Por otro lado, pueden perder mucha agua a través de las vías respiratorias, y aunque pueda resultar paradójico, pierden más agua cuando baja la temperatura ambiental. Eso ocurre porque al bajar la temperatura exterior elevan su metabolismo, de manera que, gracias al calor que se genera así, contrarrestan la mayor pérdida térmica que ocurre a temperaturas bajas. Pero para elevar el metabolismo han de consumir más oxígeno y eso exige que aumente la frecuencia respiratoria. Como el agua se pierde por evaporación desde las paredes de las vías respiratorias, al aumentar la tasa ventilatoria para obtener más oxígeno, también se renueva más rápidamente el aire en contacto con los epitelios y ese aire arrastra más vapor de agua, lo que hace que el agua que recubre esos epitelios se evapore con más facilidad.
Por todo ello, mantener una alta tasa de actividad de forma permanente resulta muy costoso, tanto en lo relativo al balance energético, como al balance hídrico. Sobreviven bajo esas condiciones gracias a una batería de tres elementos, dos de índole fisiológica y el tercero etológico.
Por un lado, no mantienen del todo constante la temperatura corporal cuando varía la temperatura ambiental. Por ejemplo, si la ambiental llega a valores tan bajos como 10 ºC, la corporal se reduce a 32’4 ºC. Lo que cabía esperar habría sido que se hubiese mantenido en 34’4 ºC, que es la temperatura normal de estos animales. De ese modo no solo reducen el gasto energético en un 9%; también ahorran agua. Por otro lado, recurren al letargo diario. Gracias a esa modalidad de letargo metabólico, ahorran mucha agua y mucha energía. Por poner un ejemplo, para una temperatura ambiental de 20 ºC, gracias al letargo diario reducen la tasa metabólica en un 79%, y en un 62% la pérdida de agua. Y por último, su mismo comportamiento también resulta clave: buscan microclimas adecuados y al igual que hacen los animales ectotermos, se ponen al sol cuando tienen ocasión; al calentarse así evitan gastar la energía que requeriría la generación endógena de calor .
En resumen, los animales de pequeño tamaño también han desarrollado mecanismos específicos gracias a los cuales sobreviven y medran en entornos en los que escasea el agua y el alimento. Este es un caso muy llamativo, porque las condiciones ambientales son ciertamente limitantes. Es verdad que el hecho de ser marsupiales facilita las cosas; seguramente ayuda el tener una temperatura corporal inferior a la de los mamíferos placentarios, pero, sobre todo, el elemento clave que garantiza la supervivencia de los ratones marsupiales en condiciones ambientales tan extremas es el letargo diario.
Gracias por publicar cosas tan interesantes, y dar a conocer estos animales, por cierto ¿hay peligro de extinción para éstas especies de «ratones»?
Gracias.
No lo puedo asegurar, pero no he visto ninguna referencia a su posible condición de especies amenazadas. No creo que estén en peligro.
Salud.
Hola. La IUCN lo clasifica dentro do LC (Least-Concern o de Preocupación menor)
http://www.iucnredlist.org/details/40536/0
Gracias Alberto. 🙂
Como siempre, muy interesante y muy bien expuesto. Y, como siempre, nos deja con ganas de más. Por ejemplo: ¿por qué los marsupiales tienen «menor temperatura normal» que los placentarios? ¿Hay alguna «regla» más o menos definida sobre las temperaturas de funcionamiento de cada tipo de animal? Vamos a googlear, a ver si encontramos algo.
Gracias por pincharnos.
Gracias, Miguel
La verdad es que no sé por qué la diferencia de temperatura. Tampoco sé por qué los mamíferos placentarios tenemos 37ºC (con la excepción de la rata topo desnuda) o por qué las aves tienen 38ºC.
Tendré que buscar la explicación. 😉
Salud.
me pueden decir de que se alimentan este tipo de animales