Nuestros ojos, como los de muchas otras especies animales, son esféricos. Pero no todos lo son. Hay más modelos en el reino animal y entre ellos también los hay tubulares. Los ojos tubulares (o cilíndricos) no son nada comunes; sólo se han descrito en once familias de peces y en algunos animales terrestres de vida nocturna. En la mayor parte de los peces con ojos tubulares, estos están dirigidos hacia arriba (en los géneros Argyropelecus, Hierops y Opisthoproctus), pero hay unos pocos que los tienen dirigidos hacia adelante (Stylephorus chordatus, Gigantura indica o Winteria telescopa, por ejemplo)
Los ojos tubulares son muy raros en el mundo animal, pero no lo son tanto en peces que viven en aguas muy profundas, y eso no es en absoluto casual. De hecho, los ojos tubulares son especialmente adecuados para la visión en entornos de luz muy tenue. A mil metros de profundidad llega muy poca luz, y es muy importante poder percibir la poca que llega, tanto para detectar a los depredadores que pueda haber cerca, como también a las presas potenciales. Por la misma razón, en esas zonas puede ser cuestión de vida o muerte disponer de capacidad para detectar la biolumniscencia, así como percibir correctamente la dirección de los rayos de luz muy tenues.
Los ojos tubulares tienen lentes de gran apertura, lo que facilita la recepción de la luz. Los túbulos la conducen hasta una retina de estructura compleja y adaptan la longitud focal de la lente. El par de ojos tubulares, dispuestos uno al lado del otro, incrementa la sensibilidad, posibilita la percepción de contrastes, y provoca una amplia superposición binocular de los campos de visión, lo que permite una percepción más precisa de la profundidad.
Claro que no todo son ventajas, puesto que un grado de especialización tan alto también tiene sus inconvenientes. Por comparación con los esféricos, el campo de visión de los ojos tubulares es muy limitado y, por otra parte, si bien el tejido retinal puede hallarse en la pared de los ojos, las imágenes que llegan a esas zonas no se pueden enfocar.
Por otra parte, y como ya he señalado, la forma tubular no es la única rareza de estos ojos. Algunas de las especies que los poseen los tienen dirigidos hacia arriba, y hay una muy buena razón para ello. Gracias a los dos ojos tubulares paralelos dirigidos hacia arriba pueden ver el perfil de los posibles depredadores recortado a contraluz, y aunque ese contraluz sea muy débil debido a la escasa intensidad de la luz que llega hasta las aguas profundas, es suficiente como para estimar con bastante precisión a qué distancia se encuentran. Por otro lado, los peces que tienen los ojos dirigidos hacia delante colocan su cuerpo en posición vertical para poder atacar desde abajo a las presas cuya presencia detectan. Los ejemplares de Stylephorus chordatus se mueven como si se encontrasen suspendidos, colgando de un hilo; se colocan al lado de la presa y abren entonces la boca a toda velocidad, sirviéndose de la corriente que generan para atraparla. Los de la especie Gigantura indica utilizan un procedimiento muy similar.
Los ojos tubulares son muy extraños. Nos resultan extraños y además muy pocos animales los tienen. Pero está claro que les resultan muy útiles a los peces que viven en aguas profundas a las que llega una luz de mínima intensidad. Por eso los tienen.
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Nota: Esta anotación es una traducción libre de un texto de mi amiga Miren Bego Urrutia en nuestro blog Uhandreak.