En una entrada anterior me ocupé del modo de vida de los peces planos, como el gallo o el lenguado. El lenguado permanece quieto la mayor parte del tiempo, a la espera de su presa. Por esa razón casi no necesitan oxígeno, por lo que su musculatura carece de mioglobina y tiene muy pocos capilares sanguíneos. Por eso es tan blanca su carne. Al igual que el lenguado, el rape (Lophius sp.) también es un depredador “sit-and-wait” (siéntate y espera), por lo que también su carne es muy blanca.
El rape vive en fondos blandos a profundidades muy variables; se puede encontrar tanto en aguas someras como hasta 500 m de profundidad. Igual que hace el lenguado, se mimetiza con el sedimento, gracias a lo cual no es detectado por las presas. Pero aunque el cuerpo se confunde con el entorno, hay algo que las presas sí ven; se trata de una proyección a modo de antena que proviene de la aleta dorsal y sale de la parte superior de su cabeza.
Lophius utiliza esa proyección para pescar. La mueve, imitando los movimientos de un gusano, como si se retorciese o fuese de un lado para otro. Cuando una presa potencial observa el movimiento lo identifica con un ser vivo y se acerca para atraparlo; pero claro, lo que no sospecha es que el cazador está a punto de ser cazado. Cuando se ha acercado lo suficiente, el rape se lanza hacia la presa, a la vez que abre la boca a gran velocidad y genera una fuerte corriente de agua hacia el interior de la cavidad bucal. Hay que tener presente el formidable tamaño de la boca del rape. Tiene además una musculatura muy poderosa, gracias a la cuál el movimiento de apertura es rapidísimo. Dudo que, por comparación con el tamaño corporal, haya un animal con la boca más grande que el rape, y dada la velocidad de la corriente que provoca su apertura, al pececillo que se le acerca demasiado, no le quedan casi posibilidades de salvación. Además, quien haya manejado un rape sabe de lo afilada que es su dentadura. Los dientes, además, son muy numerosos y apuntan hacia el interior. Del interior de la cavidad bucal no hay escapatoria posible.
Como he dicho al principio, el rape “pesca”. La “antena” o proyección superior, que se denomina «ilicium», hace las veces de una caña, y la punta de esa proyección las de un cebo. Y la conclusión es que el depredador, que se las prometía tan felices a la vista del cebo, se acaba convirtiendo, casi sin darse cuenta, en la presa.